Amar es un proceso extenuante.
Nacemos programados
para cumplir los patrones
designados por la vida,
unos y ceros confundidos
entre sonrisas y lamentos.
¿Cómo desaprendes?
Cómo reprogramas
esta inutilidad,
cuando la voz en tu cabeza
no deja de gritar.
Cómo le bajas el volúmen
a tus demonios,
cuando te sangran
los oídos.
Cómo acallas el ruido,
cuando tu cerebro ahora es
una locomotora incesante,
descarrilada.
A punto de chocar
contra el próximo muro imaginario
que se te ponga en frente.
Y salga de la pantalla,
pidiéndote despertar.