lunes, 7 de marzo de 2022

Me cansé.

 He estado tanto tiempo tragando el dolor que siento
que el mínimo esfuerzo de dejarlo salir 
es como darle pase a una jaula llena de cuervos 
que picotean desesperados por la luz de un sol que no han visto en mucho tiempo.


Y ese dolor es como un vómito de sentimientos,
que arcada tras arcada me obliga a botar más y más.


Me asusta saber que puedo sentir porque he vivido tantos años apagando ese dolor, esa angustia y esas ganas de gritar que siento que en el momento que rompa ese trozo de inútil tela todo se va a desbordar.


Siento que no podré controlar nada de lo que tengo y que simplemente seré un retazo de sombras.


Examinaba viejos escritos y me veía 
como en un espejo enmohecido, 
aún estoy ahí, 
entre esas manchas, sigo siendo yo, 
sigo padeciendo, 
sigo llorando, 
sigo riendo, 
sigo gritando 

y sigo perdiendo.


 Pero nunca es lo que se quiere escuchar,
siempre está mal de algún modo, 
no es la forma,
no es el lugar,
no son los dichos, ni la intención.


Es que simplemente esta mal,
porque un intento de hacer algo bien,
se convierte en un traspié cotidiano hacia el error,
hacia la culpa,
hacia la estupidez y la normalización del no saber que hacer.

Y el hacerlo todo siempre mal.

Porque ni eso puedo hacer bien.