- ¿Qué has hecho?
Aquella sombra era inconfundible, al menos pudo notar unos mechones violeta queriendo huir tras la vuelta de la esquina, avanzó apretando su varita entre sus dedos, su mirada cargada de desprecio alcanzó la larga calle.
- ¡¿Dónde estás?!
Su respiración comenzaba a agitarse, aún no podía borrar de su mente aquellas palabras... el aviso, todo lo que se comentaba dentro, era imposible, no podía ser ella...
- ¡¿No piensas dar la cara?!
Una sombra se removió casi entrando a un callejón, la siguió a grandes zancadas dejando que su capa golpeara contra el ras del suelo, alcanzó a tomarla por el brazo.
- Detente
Los nervios de corazón de basilisco despertaron en su arma que lanzó furiosa chispas verdosas, la ojiazul aspiró hondo y presionó la muñeca de la mujer.
Quería decirle que la detestaba, que era lo peor que pudo haber conocido en la vida, que se sentía decepcionada, ¿Acaso no entendía lo mucho que había sufrido por esa decisión? ¿Por qué destruyó así de fácil la confianza que formó con tanto cariño?
- No diré nada
¿Callaba? Necesitaba respuesta, a donde iba solo escuchaba cosas que no quería oír, y ella no se defendía, maldijo y la soltó.
- ¿Por qué Jefa?
- No importa lo que me esfuerce en hablar, siempre tendrán algo con que rebatirlo, no diré nada.
Alzó una ceja, pudo sentir como algo dentro se le removía... no había forma de creerle, todo estaba en su contra, ella no podía, no debía... le habían dicho que no tenía porque creerle, al menos eso le hacían ver, y la mayoria lo acataba, la mayoría callaba y decía que ella era una mala persona.
¿Que haría ella?
- Yo...
Se dió media vuelta para irse, la mata de pelo violeta caía sobre sus hombros y volvía a cubrirse con la capa semi-oscura, la mortífaga miró nerviosa como se alejaba.
A pesar de todo, ¿era capaz de unirse al resto? Quizás era que nunca fue como los demás, de repente era porque siempre sintió que un par de ladrillos argumentados nunca la habían logrado convencer... porque...
La abrazó por detrás con fuerza, el típico aroma a canela que siempre cargaba la invadió, entendió que no podía, que no sería como el resto, aunque eso le costara hasta la vida.
- Entiéndeme una cosa Jefa... no sé muy bien cómo, no entiendo muy bien el por qué, solo quiero que sepas que nunca... nunca perderás mi confianza.
La abrazó más fuerte, la arpía sabía que arriesgaba mucho, pero ella bien lo valía.
- Eres mi jefa ¿lo olvidas? Te quiero Sagitas