En la penumbra de la sala, pequeñas luces que entraban por las ventanas abiertas jugueteaban sobre la vieja y cuidada alfombra. Eran destellos de los brillantes fuegos artificiales que alumbraban el cielo y lo llenaban de colores llamativos, pocos haces de luz que escapaban al camino designado y se reflejaban en las superficies que interceptaran su camino.
A pesar de los silbidos y estruendos de los fuegos, esa era una noche tranquila. La nieve seguía cayendo lentamente allá afuera, sin enturbiar el espectáculo que se montaba en su cobijo. Tras una blanca navidad, la noche de año nuevo no tenía nada que envidiar a aquella pasada semana de festejos.
Aquella casa siempre había tenido ese aspecto descuidado que podía divisarse desde fuera, aunque sus ocupantes vivieran allí sin ninguna falta de comodidades. En una suave colina, y con el desvencijado aspecto de algo que ha sido desocupado hacia tiempo, se erguía esa "mansión" con aspecto de desaliñada cabaña.
Aunque su aspecto había variado un tanto dadas las circunstancias, ya que algunas ventanas tapiadas habían sido abiertas y adornos navideños en colores rojo, plata y verde le daban el toque festivo más hogareño. La algarabía navideña había invadido little Hangleton poco a poco.
-Oye tú- una voz se oía en la oscuridad de la cabaña.
Con un ligero movimiento en la penumbra, una minúscula borla brillante se encendió en la punta de una varita. Una joven de cabello castaño y ojos azules sostenía aquella luz, franqueando la oscuridad del salón.
-Eh, ¡tú! ¿Me oyes?
Pasando su varita a la mano derecha, Liliana pasó los dedos de su otra mano por el lado izquierdo de su espalda, recorriendo su hombro. Como si despertara de una ensoñación, sobresaltada por el ligero ardor en su hombro, la muchachita que se encontraba acuclillada en uno de los sillones observando por la cercana ventana, se volteó y notó la presencia de su hermana.
-¿Por qué tan concentrada, loca? ¿Se te ha perdido algo allá arriba?- revolviendo el cabello de su hermana menor como siempre solía hacerlo, Liliana tomó asiento junto al sillón de Sam, acercando una bandeja con sandwiches y cervezas de mantequilla hacia ella.
-No, sólo miraba- Samantha devolvió la mirada interrogativa a la ojiazul, algo ceñuda por la interrupción tan repentina- ¿Dónde está Mel? Es extraño que no ande por aquí, vigilando sus galletas.
Al decir aquello señaló el frasco de vidrio que se encontraba oculto tras los almohadones, con algunas galletas menos que las corrientes. Un resoplido ligero proveniente del exterior de mansión llamó la atención de ambas. Lo que la niña de ojos cafés, Sam, observaba un rato atrás, sobrevolaba alrededor de los árboles que rodeaban el claro. El hipogrifo encargado de vigilar las galletas de su madre, con las plumas grises y brillantes a la luz de la luna que reflejaba en la blanca nieve, parecía excitado por tanto revuelo.
-Debe andar molestando muggles, sabes que le encanta divertirse complicándoles la vida... oye, ¿y si alguien ve a ese bicharrajo volando por allí? Esto está lleno de muggles odiosos que chillarían al ver una especie de caballo emplumado...
-Yo no lo he dejado salir, sólo tomé el frasco de galletas- con una mueca extrañada, observó las que había sacado del frasco y que mantenía en el bolsillo de sus pantalones-. A propósito... ¿no estarán encantadas o algo así? A mamá nunca se le olvidaría...
-Mmm... mejor probemos dárselas a hipogrifo primero, si algo raro le pasa, ya sabremos...
Ambas observaban las galletas con ya no ligeras sospechas. Su aspecto era tan apetitoso como siempre, pero podían esperar cualquier cosa de las travesuras de la Black.
-Oye mía de mi...
-¿Ahhm?- la voz distraída de Liliana respondió con dificultad, con un trozo de sandwich aún en su boca.
-Ojalá pases un año nuevo genial, quizás en este podamos abrir nuestro propio serpentario...- reptando con suavidad, una serpiente de poco más de metro y medio comenzó a subir por la pierna de su hermana. No se le ocurría nada mejor para obsequiarle que algo verde y con escamas al ser que más le importaba ese año.
A pesar de los silbidos y estruendos de los fuegos, esa era una noche tranquila. La nieve seguía cayendo lentamente allá afuera, sin enturbiar el espectáculo que se montaba en su cobijo. Tras una blanca navidad, la noche de año nuevo no tenía nada que envidiar a aquella pasada semana de festejos.
Aquella casa siempre había tenido ese aspecto descuidado que podía divisarse desde fuera, aunque sus ocupantes vivieran allí sin ninguna falta de comodidades. En una suave colina, y con el desvencijado aspecto de algo que ha sido desocupado hacia tiempo, se erguía esa "mansión" con aspecto de desaliñada cabaña.
Aunque su aspecto había variado un tanto dadas las circunstancias, ya que algunas ventanas tapiadas habían sido abiertas y adornos navideños en colores rojo, plata y verde le daban el toque festivo más hogareño. La algarabía navideña había invadido little Hangleton poco a poco.
-Oye tú- una voz se oía en la oscuridad de la cabaña.
Con un ligero movimiento en la penumbra, una minúscula borla brillante se encendió en la punta de una varita. Una joven de cabello castaño y ojos azules sostenía aquella luz, franqueando la oscuridad del salón.
-Eh, ¡tú! ¿Me oyes?
Pasando su varita a la mano derecha, Liliana pasó los dedos de su otra mano por el lado izquierdo de su espalda, recorriendo su hombro. Como si despertara de una ensoñación, sobresaltada por el ligero ardor en su hombro, la muchachita que se encontraba acuclillada en uno de los sillones observando por la cercana ventana, se volteó y notó la presencia de su hermana.
-¿Por qué tan concentrada, loca? ¿Se te ha perdido algo allá arriba?- revolviendo el cabello de su hermana menor como siempre solía hacerlo, Liliana tomó asiento junto al sillón de Sam, acercando una bandeja con sandwiches y cervezas de mantequilla hacia ella.
-No, sólo miraba- Samantha devolvió la mirada interrogativa a la ojiazul, algo ceñuda por la interrupción tan repentina- ¿Dónde está Mel? Es extraño que no ande por aquí, vigilando sus galletas.
Al decir aquello señaló el frasco de vidrio que se encontraba oculto tras los almohadones, con algunas galletas menos que las corrientes. Un resoplido ligero proveniente del exterior de mansión llamó la atención de ambas. Lo que la niña de ojos cafés, Sam, observaba un rato atrás, sobrevolaba alrededor de los árboles que rodeaban el claro. El hipogrifo encargado de vigilar las galletas de su madre, con las plumas grises y brillantes a la luz de la luna que reflejaba en la blanca nieve, parecía excitado por tanto revuelo.
-Debe andar molestando muggles, sabes que le encanta divertirse complicándoles la vida... oye, ¿y si alguien ve a ese bicharrajo volando por allí? Esto está lleno de muggles odiosos que chillarían al ver una especie de caballo emplumado...
-Yo no lo he dejado salir, sólo tomé el frasco de galletas- con una mueca extrañada, observó las que había sacado del frasco y que mantenía en el bolsillo de sus pantalones-. A propósito... ¿no estarán encantadas o algo así? A mamá nunca se le olvidaría...
-Mmm... mejor probemos dárselas a hipogrifo primero, si algo raro le pasa, ya sabremos...
Ambas observaban las galletas con ya no ligeras sospechas. Su aspecto era tan apetitoso como siempre, pero podían esperar cualquier cosa de las travesuras de la Black.
-Oye mía de mi...
-¿Ahhm?- la voz distraída de Liliana respondió con dificultad, con un trozo de sandwich aún en su boca.
-Ojalá pases un año nuevo genial, quizás en este podamos abrir nuestro propio serpentario...- reptando con suavidad, una serpiente de poco más de metro y medio comenzó a subir por la pierna de su hermana. No se le ocurría nada mejor para obsequiarle que algo verde y con escamas al ser que más le importaba ese año.